JEAN
MANINAT | EL UNIVERSAL
Viernes
13 de septiembre de 2013
La
idea del socialismo siempre ha rebotado, desde el siglo pasado, por la historia
política del país. Fue una noción algo exótica para un país que había vivido
cerrado bajo llave hasta la muerte de Juan Vicente Gómez en 1935. Acogida y promovida por los jóvenes más
formados o brillantes que emergieron con la generación del 28, tuvo un impacto
determinante en su formación política e intelectual. Muchos de estos muchachos
idealistas y con una inclinación a la izquierda, tenían una denominación de
origen controlada que compartían mayoritariamente: provenían de medios sociales
acomodados e ilustrados, y algunos de
ellos eran unos connotados retoños de la alta burguesía. Es cierto que se ha tendido a caricaturizar
este aspecto, sobre todo cuando los diversos proyectos reformistas,
especialmente AD, empezaron a copar la imaginación popular. Pero el brote
iniciático del pensamiento de izquierda calentó más de una cabeza bien puesta.
La
pasantía de Rómulo Betancourt en el Partido Comunista de Costa Rica, ha sido un
tópico frecuentemente visitado por los historiadores y por quienes fueron sus
contrincantes personales.
Con
el extravío de la lucha armada en los años 60, la izquierda se fue aislando
cada vez más del sentir y necesidades reales de la sociedad. Encallada en sus
quiméricas proyecciones se fue consumiendo en jirones de siglas vacías de calor
popular, mientras un nuevo país se abría paso, no sin dificultades, con un
vigor hasta entonces inusitado.
Pero
sus principales líderes, ya que la lista es larga vamos a acotarla a dos
nombres: Pompeyo Márquez y Teodoro Petkoff, tuvieron el suficiente tino
político para enderezar el rumbo y abrir un espacio nuevo para un ensayo de
socialismo democrático: el MAS. Luego, poco a poco y a regañadientes lo que
quedaba de aquella izquierda se fue integrando al "sistema" y adquirió su cédula de
identidad democrática.
Fue
una contribución importante para la democracia venezolana, que luego se agotó
en contiendas interminables por imponer
unas determinadas señas de identidad ideológica sin nunca cuajar
electoralmente.
La
irrupción del socialismo del siglo XXI de la mano de su caudillo, ha querido
presentarse como una aportación original a la marcha de la izquierda. Pero a contracorriente de la historia, y de
una gran parte de quienes se reconocen en la tradición del socialismo
democrático y gobiernan actualmente con éxito sus países, significó un
retroceso mayor, un zambullido en las
aguas cenagosas del populismo, el militarismo, el autoritarismo excluyente e
intimidatorio y un desprecio absoluto por la cultura y la convivencia
civilizada.
En
Chile, la Concertación gobernó por veinte años, los últimos dos períodos con
presidentes provenientes del Partido Socialista a la cabeza: Lagos y Bachelet,
y una profusión de ministros de otros partidos de izquierda. Hubo alternabilidad democrática, crecimiento
económico, mayor inclusión y se fue tejiendo un nuevo tipo de convivencia
política moderna y civilizada. Hay un descontento que toma la calle, porque
estando mejor se puede exigir más.
En
Brasil, después de atravesar un espinoso camino electoral digno del Sertão,
Lula logró convencer a extensos sectores de la sociedad de que apostaba por la
democracia y la inclusión social y no
por partirle el espinazo al capitalismo y la burguesía. A pesar de la corrupción que ha venido
mermando la credibilidad de su sistema político, el país, bajo la gestión de la
presidenta Rousseff, sigue avanzado hacia una modernidad democrática e
inclusiva.
Y
Uruguay, gobernado por un Frente Amplio de izquierdas, y con un presidente,
Mujica, que empuñó las armas y sufrió condena, ha logrado crecer económicamente
e incrementar la inclusión social, respetando la democracia, tranquilo y sin
realizar inútiles desplantes revolucionarios, mientras cabalga entre dos
gigantes vecinos e irritables. Es una sociedad que prospera.
Otra
cosa es una política exterior sustentada en un pragmatismo extremo e intereses
de corto plazo.
A la
rara especie del socialismo del siglo XXI criollo, se le va la vida en niñear a
ver quien se parece más al líder difunto y a permitir con indolencia que el
país se haga trizas. Ahora pretenden desviar con desplantes el creciente
descariño popular y a tratar de desmantelar, a toda prisa, los espacios de
libertad que le quitan el sueño. Son los coletazos peligrosos de una especie
socialista en extinción.
@jeanmaninat
http://www.eluniversal.com/opinion/130913/del-socialismo-y-sus-especies
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