Se quejan del consumismo capitalista y, ¿qué hacen?, lo fomentan con vulgaridad...
RAFAEL MUCI-MENDOZA
| EL UNIVERSAL
Domingo
24 de noviembre de 2013
Hay
seres dispuestos a la venta o que están para la venta en las vidrieras del
deshonor; los hay capaces de vender sus sueños; existen otros que venden paja u
hojarasca; los hay expertos en vender su propia dignidad; hay quienes han
vendido su alma al diablo y no hay quien no conozca a otros que efectivamente,
hayan vendido hasta a sus propias madres... Un diputado se esconde y renace con
el puño alzado, una conciencia de meretriz vendida por ochavos... Desde hace 3
lustros y muchos más, en este país nuestro, las virtudes personales han estado
a la venta, bien por dinero o a cambio de poder. Aún en conocimiento de las
miradas o acciones torvas de quienes nos compran, mercaderes del bochorno, seguimos
estando para la venta, sin importar que nuestra acción produzca irrefrenables
náuseas y hasta vómitos en borra de café...
Se ha forjado un pueblo ignorante dispuesto para ser comprado por los que han arruinado su país y más aún, la ética y la moral de las gentes sencillas y humildes. Se quejan del consumismo capitalista y, ¿qué hacen?, ellos lo fomentan con vulgaridad... Colas medidas en leguas abrazan centros comerciales con la impronta del alma comprada por el halago, la mentira y la bisutería.
Se vende injusticia desdiciendo el sentido de reconocimiento de lo que se estima justo y bueno. Ya la justicia no se representa más como una dama con ojos vendados, una balanza en la mano y una espada en la otra. La señora nuestra de todos los días se ha quitado la venda y mira hacia donde la han comprado en la búsqueda de un guiño, de un gesto que le indique qué hacer, obedece imperativos injustos y emplea el espadón con saña contra inocentes y desprevenidos adversarios. Es eso lo que tenemos, juicios amañados para la venta y almas depravadas para la compra.
rafaelmuci@gmail.com
Se ha forjado un pueblo ignorante dispuesto para ser comprado por los que han arruinado su país y más aún, la ética y la moral de las gentes sencillas y humildes. Se quejan del consumismo capitalista y, ¿qué hacen?, ellos lo fomentan con vulgaridad... Colas medidas en leguas abrazan centros comerciales con la impronta del alma comprada por el halago, la mentira y la bisutería.
Se vende injusticia desdiciendo el sentido de reconocimiento de lo que se estima justo y bueno. Ya la justicia no se representa más como una dama con ojos vendados, una balanza en la mano y una espada en la otra. La señora nuestra de todos los días se ha quitado la venda y mira hacia donde la han comprado en la búsqueda de un guiño, de un gesto que le indique qué hacer, obedece imperativos injustos y emplea el espadón con saña contra inocentes y desprevenidos adversarios. Es eso lo que tenemos, juicios amañados para la venta y almas depravadas para la compra.
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