TIEMPO MUERTO
JOSÉ
ANTONIO GÁMEZ E. | EL UNIVERSAL
Viernes
13 de septiembre de 2013
Desde
el pasado mes de marzo estamos viviendo un nuevo período dentro de la historia
reciente de nuestro país. El anuncio de la muerte del comandante, abrió la
posibilidad de realizar nuevas elecciones. A partir de ese momento, y más
específicamente desde del 19 de abril, el ultra chavismo ha comenzado su
actividad degenerativa y destructiva de lo poco que dejó el comandante muerto.
Sin
duda, mucho antes que muriera el comandante, en Venezuela murió la verdad. El
mismo caudillo fue el primero en degradar el discurso y el pensamiento. Como un
reflejo del proceso que se gestaba en su propio cuerpo, a través del uso de la
palabra, de la "mala palabra" de la "palabra invasora", el
finado fue debilitando la posibilidad de que el discurso oficial correspondiera
a la realidad. Actualmente, la verdad desapareció por completo del discurso
oficial, podríamos decir que se encuentra ‘muerta y sepultada'. Las últimas
declaraciones del presidente de la estatal petrolera sobre la tragedia de Amuay
son una buena muestra de cómo el régimen no tiene escrúpulos para patear
incluso, a los muertos.
Con
la muerte de la verdad se cierra toda posibilidad de mantener una moralidad
pública. La corrupción es la gran vencedora en la actuación del Gobierno. Al
poner la lupa en el poder ejecutivo aparece una especie de bacteria anaeróbica
que deja una pestilencia, propia de la descomposición, allí donde un
funcionario enchufado y sin escrúpulos se enriquece a costillas de sus
compatriotas, y hasta de sus camaradas.
En
un ambiente donde reina la mentira corrupta es prácticamente imposible que
pueda sobrevivir la libertad. Es totalmente coherente con la actuación
necrófila del castrochavismo desconocer los derechos de los ciudadanos. Más
temprano que tarde, ese desconocimiento convertirá en víctimas a muchos
verdugos. Mientras tanto el régimen cree asegurar la posibilidad de reprimir
sin ningún tipo de medida. Escudándose dentro de un falso marco
"soberano", pretenden aniquilar cualquier oportunidad de disidencia.
Las
posibilidades de justicia están cercenadas desde hace tiempo en Venezuela. Al
tener una justicia maniatada, el Derecho se encuentra en terapia intensiva. El
derecho público difícilmente puede tener espacio para respirar desde que el TSJ
es un órgano de dominación ideológica y enriquecimiento ilícito. Los jueces de
la nación pasaron de ser garantes de la justicias, a funcionarios de la
revolución. La degradación del poder judicial hace que el dominio de las
relaciones sociales lo ejerza la impunidad: el hedor cadavérico de un sistema
judicial corrompido.
Es
obvio que el derecho a la vida está totalmente degradado en nuestra sociedad.
La violencia y la inseguridad personal son grandes aliados del ultra chavismo
que utiliza el terror de los ciudadanos como forma de dominación política.
Ciudades en toque de queda, barrios en manos del hampa, urbanizaciones
convertidas en feudos amurallados, espacios públicos que no le pertenecen a
nadie y que a nadie le importan, son algunas de las manifestaciones de ese
cementerio social que el ultra chavismo pretende establecer.
Las
elecciones del 14 de abril estuvieron marcadas por el abuso de poder y el
fraude. Dos manifestaciones claras de cómo la mentira es la reina del proceso
revolucionario. Más allá de lo que significa en sí misma la mentira como forma
de dominación, podríamos decir que el fraude del 14 de abril es el atentado; el
verdadero magnicidio, más nefasto contra una de las pocas instituciones que
poseía algo de credibilidad: el voto. No podemos decir que el voto está muerto,
pero sin duda yace moribundo. Es muy difícil que la gente corriente vuelva a
confiar en este último sobreviviente de nuestra democracia. Mucho más si
tomamos en cuenta que además de la herida que le propinó el representante de
Castro en Venezuela, el pobre voto popular se encuentra asfixiado por ese
órgano al servicio del régimen, que denominan CNE.
Frente
a este panorama de "cultura de la muerte" que es el resultado más
notable de la acción política del "mediocre entre enanos," ¿qué
podemos hacer? Seamos sinceros: el ciudadano común puede hacer muy poco.
Llegado a este nivel de pérdida de cualquier resto de acuerdo social; es decir,
de desconocimiento del marco constitucional, la actuación pertenece a las
elites que tienen la obligación de resguardar la soberanía. Sin embargo, lo
poco que podamos hacer los ciudadanos, tenemos que hacerlo, y esto pasa por
tratar de sacar al voto de la muerte asistida que le administra el CNE. Las
posibilidades de reanimación son muy escasas pero mientras hay vida hay
esperanza.
jgamez@alumni.unav.es
@vidavibra
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