lunes, 7 de octubre de 2013

CUANDO LOS FUSILES LLORAN



MARÍA MAS HERRERA |  EL UNIVERSAL

Lunes 7 de octubre de 2013  

Toda guerra es siempre muestra de la oscuridad humana. Sus banderas no son ciertas en su totalidad por más libertarias que parezcan. La guerra es un acto de salvajismo y delata el demonio encarcelado en el ser humano; alejarla es el reto de la ética en el tercer milenio. No obstante, guerra y dinero van aparejados. Millones de dólares en investigación y desarrollo se dedican con más denuedo a las armas que a los fondos invertidos en esclarecer la cura contra el Sida, el cáncer y muchas otras enfermedades.

En ese contexto nacen los ejércitos, hombres entrenados para el asesinato del oponente, enarbolando idiosincrasias e ideologías  sobre defensa, libertad, justicia y demás deseos planetarios. Las Fuerzas Armadas deberían ser espartanos al servicio de la ley; pero en Venezuela, esta tradicional profesión ha tomado visos más que tristes, tropicales.

Las Fuerzas Armadas están muy confundidas en Venezuela y sus falanges se debaten el peso de la verdad entre sí, fraccionados en diversos minicaudillos cuyo poder se desprende no sólo del cargo constitucionalmente recibido, sino del acceso al erario público, los compadres y amigos del partido (nacionales e internacionales), el grado de resentimiento contra todo lo que se oponga al actual gobierno y la flexibilidad con que se acaten órdenes y se ponga la rodilla en tierra respecto a los intereses del extranjero.

Prevalece en dicha institución una cultura del amiguismo, compadrazgo, tráfico de influencias, silencio condenatorio que impide calificaciones objetivas sobre su propio cuerpo social y sobre sus acciones respecto a sus obras. Analice. Las cárceles de Venezuela son un claro ejemplo de ello. Venezuela está controlada por grupos de presos custodiados por militares.

Este gobierno militarizó todas las esferas gubernamentales del país, pero esto no se tradujo en la disciplina, ética militar y organización. El resultado fue completamente opuesto. Ahora los gendarmes gobierneros no negocian sus acciones con la vida civil. Ellos mandan pretorianamente con barniz de constitucionalidad. Tomaron la institucionalidad nacional y este desbordamiento de poder se revierte diariamente contra ellos mismos, pues su crisis institucional es tan evidente como los rayos del sol. Se perdió el respeto y la responsabilidad por la excelencia, la moral, la historia heroica, en fin, la patria. Esa misma a la cual quieren secuestrar sólo por el golpe de Estado de unos desadaptados que no pudieron construir con legitimidad el camino hacia una verdadera democracia y hacia una economía social próspera que resolviera el problema de producción y de la injusta distribución de la riqueza en Venezuela.

Ahora regalan comida importada y tanques de agua. Ya ni pagan la beca de las "madres del barrio", como tampoco regalan títulos universitarios como antaño. ¿Cuál es la diferencia de esos actos y los que hacía Blanca Ibáñez cuando sacaba los reales de Miraflores y los regalaba al pueblo?

Imagino que cuando lo verdaderos militares de las FANB asumen el consciente ejercicio de meditación sobre lo que se ha convertido la institución, una nube de luto les embarga el alma. Pensar que la vida de muchos de ellos se perdió entre los intereses pequeños y la sangre inocente. Guerras de corrupción, envidias, sexismo, racismo y traumas barnizados de bolivarianismo caracterizan las FANB de hoy. Supongo que por ese drama lloran los fusiles.

Economista y profesora universitaria

www.mariajosefinamas.com

@mariamasherrera

 

http://www.eluniversal.com/opinion/131007/cuando-los-fusiles-lloran

 

 

@columnisyp_deop


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