JOSÉ
MAYORA | EL UNIVERSAL
Viernes
25 de octubre de 2013
De
acuerdo con la tradición una manera de mitigar la sed o refrescar
"la calor" (coloquialmente mencionada) era con la ingesta de un
"raspao con jarabe de frambuesa y leche condensada". Si bien el
proceso de preparación de esta refrescante bebida se fue sofisticando, los
mejores eran aquellos cuyo "raspadero" colocaba en el suelo una gran
panela de hielo, la que picaba con un punzón para cortar el trozo que
posteriormente se rasparía. Si bien en algunos sitios el nombre cambiaba, por
ejemplo "cepillado", el deleite era el mismo.
Con el tiempo, el verbo raspar abarcó otras áreas que no se circunscribían al dulzor que experimentaba el paladar. En el campo educativo y laboral la acepción tenía un cierto sabor amargo y hasta en el campo sexual el verbo de marras también tenía su uso. En el campo culinario el uso de este verbo derivó en la expresión "raspar la olla" que aludía a los residuos que quedaban en una cacerola y que, con una cuchara o algo similar, se raspaba y se consumía. En la cotidianidad, se aplicó el raspado de la olla a una actividad directamente vinculada con la corrupción donde hay quienes se alzan, fraudulentamente, con todo lo que hay, es decir, hasta que no quede nada en la olla.
Uno de los usos menos gratos para el común de los ciudadanos es el que se refiere al tratamiento despiadado que en algunas oportunidades le damos a los ahorros. Generalmente, quien ha trabajado durante años dura y honestamente los atesora para enfrentar con dignidad la vejez. No obstante lo anterior, tales ahorros logrados al ritmo del sudor y el esfuerzo, se tienen que "raspar", cuando la inflación ingresa en la vida cotidiana como río en conuco.
Sin embargo, el uso más reciente del verbo raspar se refiere al raspado de tarjetas de crédito que, de manera organizada, algunos emprendedores han orquestado. De acuerdo con este raspado, alguien vende su cupo de tarjetas al emprendedor quien, fuera de las fronteras nacionales, se encarga de raspar las tarjetas y, me imagino yo, obtiene un gran beneficio con los dólares que de allí se desprenden.
Frente a este ilícito, que lo es, el Gobierno ha instrumentado nuevos mecanismos de control. En efecto, ahora usted debe llegar más temprano al aeropuerto pues le van a chequear los documentos de viaje y su equipaje, para ver si usted no lleva tarjetas para raspar. Yo no estoy muy seguro que un nuevo tramo de control impida que este ilícito continúe, pues el problema no radica allí, el problema radica en la distorsión de una economía que no logra conseguir norte, porque no hay quien atine a definirlo.
La pregunta es: ¿quién raspa a quién? En la reciente presentación del proyecto de presupuesto nacional, el ministro de Finanzas se refirió a la inflación del 2014 con una cifra que pudiera ser estimulante si la comparamos con lo acontecido en este año, pero que a los ciudadanos comunes y corrientes, les produce escalofrío pues tienen que continuar raspando sus ahorros. Sí, como un anuncio de grandes logros, el año por venir presenta una estimación de 25% de inflación que en palabras más, palabras menos, significa que una cuarta parte de nuestro patrimonio se va a desaparecer como por arte de magia.
Para decirlo en otras palabras, desde las altas esferas gubernamentales nos están obligando a raspar nuestro futuro, nuestra tranquilidad, nuestro estilo de vida.
Merentes, ¿quién va a enjuiciar a los que les están raspando el salario y los ahorros a los venezolanos?
Mayora.j@gmail.com
Con el tiempo, el verbo raspar abarcó otras áreas que no se circunscribían al dulzor que experimentaba el paladar. En el campo educativo y laboral la acepción tenía un cierto sabor amargo y hasta en el campo sexual el verbo de marras también tenía su uso. En el campo culinario el uso de este verbo derivó en la expresión "raspar la olla" que aludía a los residuos que quedaban en una cacerola y que, con una cuchara o algo similar, se raspaba y se consumía. En la cotidianidad, se aplicó el raspado de la olla a una actividad directamente vinculada con la corrupción donde hay quienes se alzan, fraudulentamente, con todo lo que hay, es decir, hasta que no quede nada en la olla.
Uno de los usos menos gratos para el común de los ciudadanos es el que se refiere al tratamiento despiadado que en algunas oportunidades le damos a los ahorros. Generalmente, quien ha trabajado durante años dura y honestamente los atesora para enfrentar con dignidad la vejez. No obstante lo anterior, tales ahorros logrados al ritmo del sudor y el esfuerzo, se tienen que "raspar", cuando la inflación ingresa en la vida cotidiana como río en conuco.
Sin embargo, el uso más reciente del verbo raspar se refiere al raspado de tarjetas de crédito que, de manera organizada, algunos emprendedores han orquestado. De acuerdo con este raspado, alguien vende su cupo de tarjetas al emprendedor quien, fuera de las fronteras nacionales, se encarga de raspar las tarjetas y, me imagino yo, obtiene un gran beneficio con los dólares que de allí se desprenden.
Frente a este ilícito, que lo es, el Gobierno ha instrumentado nuevos mecanismos de control. En efecto, ahora usted debe llegar más temprano al aeropuerto pues le van a chequear los documentos de viaje y su equipaje, para ver si usted no lleva tarjetas para raspar. Yo no estoy muy seguro que un nuevo tramo de control impida que este ilícito continúe, pues el problema no radica allí, el problema radica en la distorsión de una economía que no logra conseguir norte, porque no hay quien atine a definirlo.
La pregunta es: ¿quién raspa a quién? En la reciente presentación del proyecto de presupuesto nacional, el ministro de Finanzas se refirió a la inflación del 2014 con una cifra que pudiera ser estimulante si la comparamos con lo acontecido en este año, pero que a los ciudadanos comunes y corrientes, les produce escalofrío pues tienen que continuar raspando sus ahorros. Sí, como un anuncio de grandes logros, el año por venir presenta una estimación de 25% de inflación que en palabras más, palabras menos, significa que una cuarta parte de nuestro patrimonio se va a desaparecer como por arte de magia.
Para decirlo en otras palabras, desde las altas esferas gubernamentales nos están obligando a raspar nuestro futuro, nuestra tranquilidad, nuestro estilo de vida.
Merentes, ¿quién va a enjuiciar a los que les están raspando el salario y los ahorros a los venezolanos?
Mayora.j@gmail.com
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