MONETIZACIÓN DE LOS DÉFICIT PÚBLICOS
7 de
octubre 2013
En
noviembre de 2009 escribí en esta columna un artículo sobre la reforma a la ley
del Banco Central de Venezuela que se acaba de aprobar. Decía entonces que
dicha reforma, además de inconstitucional, violaba un principio económico
fundamental, cual es la capacidad que tienen que tener los bancos centrales de
negarse a financiar gasto público deficitario, acción conocida también como la
monetización de los déficit, con el fin de evitar la materialización de
presiones inflacionarias.
Expresaba allí que a través de esa reforma "se le permite, o mejor,
conmina al Banco Central financiar programas determinados por el Ejecutivo como
prioritarios, así como descontar y redescontar títulos provenientes de esos
proyectos especiales. Esto se puede convertir en una fuente inagotable de
financiamiento de gasto público, ya que el BCV tendría que adquirir
obligaciones gubernamentales los títulos emitidos por entes públicos en las
cantidades que el Poder Ejecutivo decidiere, simplemente con declarar que esos
papeles están destinados al financiamiento de proyectos prioritarios,
incluyendo aquellos orientados a cubrir las cuantiosas y recurrentes pérdidas
de múltiples empresas del Estado".
Más adelante manifestaba que la reforma en cuestión también establecía que el
BCV podría adquirir obligaciones de Pdvsa, organización que "tendría
asegurada la colocación de los bonos que emita en condiciones favorables, y así
contar con recursos adicionales para cubrir una serie de obligaciones impuestas
por el Gobierno y ajenas a su actividad medular, tales como importación y
comercialización de alimentos, financiamiento de misiones y otras tantas".
Señalaba, finalmente, que lo que angustiaba de esa reforma era la posibilidad
de que el instituto emisor se viera forzado a crear grandes cantidades de
dinero para financiar gasto deficitario que generaran grandes presiones
alcistas de los precios. Pues bien, después de casi cuatro años de haber hecho
esas advertencias ¿qué ha sucedido? ¿tenían éstas fundamento? Desgraciadamente
sí.
Al momento de aprobarse la reforma de la ley, es decir, a fines de 2009,
Petróleos de Venezuela mantenía una posición acreedora en el BCV, y fue sólo
durante el año siguiente que comenzó a buscar financiamiento en ese ente, aun
cuando de forma moderada. No fue sino a partir de 2011 cuando los préstamos del
BCV a la petrolera comenzaron a expandirse fuertemente, al punto de que al
cierre de ese año su deuda neta con el instituto emisor era superior a los 96
millardos de bolívares, un monto equivalente a algo más de 22 millardos de
dólares. En los meses subsiguientes, y hasta hoy, ese financiamiento no ha
parado de crecer, ubicándose esos pasivos netos en la actualidad en más de 256
millardos de bolívares, lo cual equivale a más de 40 millardos de dólares, una
magnitud similar a las divisas que anualmente le vende Pdvsa al BCV.
Algo semejante, aun cuando en mucho menor escala, ha sucedido con otras
empresas públicas no financieras, tales como las empresas de Guayana, las
cuales han acudido al BCV en busca de financiamiento para cubrir sus pérdidas,
particularmente desde fines de 2012 hasta esta parte, acumulando a fines de
septiembre de este año unas deudas netas con ese ente de 27 millardos de
bolívares. Este masivo financiamiento a empresas públicas ha generado un fuerte
aumento del dinero primario, o base, es decir, aquel creado directamente por el
BCV, contribuyendo ello a expandir la oferta monetaria en poder del público en
más de 64% en doce meses, un incremento muy intenso que se ha traducido en
mayor inflación.
Esto tiene que cambiar, porque de continuar el financiamiento de gasto público
deficitario por el instituto emisor de manera recurrente y creciente en el
tiempo, se generarán presiones inflacionarias mucho más intensas que las
actuales, con efectos devastadores sobre la población, particularmente sobre
aquellos que menos tienen.
@columnisyp_deop
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