Que cada quien asuma la
responsabilidad de hacerlo posible
ALFREDO
YÁNEZ M. | EL UNIVERSAL
Sábado 26
de octubre de 2013
La
apuesta por el futuro es alta. Cuando sobreabundan las razones para
desfallecer, para tirar la toalla, para plantearse un horizonte medianamente
posible, pero lejos de esta realidad; los obstinados en eso de repensarse las
estrategias y reinventar para obtener beneficios colectivos desde la amarga
sazón de una crisis causada por particulares; suelen encontrar propuestas que
motiven e inspiren.
El empeño sostenido de quienes instauraron un cerco a la esperanza, para hacer ver inviable cualquier propuesta de desarrollo y progreso, ha calado en medio de la sociedad; que vislumbra sus desafíos como sueños inalcanzables, y al crispar de los dedos, la realidad les obliga a volver a las faenas de la supervivencia. Sin embargo; por alguna extraña -y bendita- razón; la necesidad democrática, plural, abierta, de encontrar espacios para sumar, crecer y avanzar es terca.
Cada paso dado cuenta. Cada resbalón en el camino ha sido aprendizaje; cada dificultad se constituye en potencial herramienta para comprender mejor lo que somos y lo que queremos. Cada uno, desde su puesto advierte que lo que es indetenible nos convoca; y está en la responsabilidad individual de cada quien, aceptar o no el reto de inscribirse en esa posibilidad cierta de ir más allá.
Encender el televisor, o la computadora, o la tablet, o el teléfono y ver allí -mejorado y actualizado- lo que antes fue; escribir un tuit, acompañar una marcha, validar unos conceptos, deslastrarse de los prejuicios... Ir a votar. Todo eso, y mucho más, hará posible que la apuesta por un país; desde el reducto de la conciencia personal, resulte incuestionable.
Algunos creen que son fábulas; otros aseguramos, en lo concreto de las acciones; que es la realidad.
@incisos
El empeño sostenido de quienes instauraron un cerco a la esperanza, para hacer ver inviable cualquier propuesta de desarrollo y progreso, ha calado en medio de la sociedad; que vislumbra sus desafíos como sueños inalcanzables, y al crispar de los dedos, la realidad les obliga a volver a las faenas de la supervivencia. Sin embargo; por alguna extraña -y bendita- razón; la necesidad democrática, plural, abierta, de encontrar espacios para sumar, crecer y avanzar es terca.
Cada paso dado cuenta. Cada resbalón en el camino ha sido aprendizaje; cada dificultad se constituye en potencial herramienta para comprender mejor lo que somos y lo que queremos. Cada uno, desde su puesto advierte que lo que es indetenible nos convoca; y está en la responsabilidad individual de cada quien, aceptar o no el reto de inscribirse en esa posibilidad cierta de ir más allá.
Encender el televisor, o la computadora, o la tablet, o el teléfono y ver allí -mejorado y actualizado- lo que antes fue; escribir un tuit, acompañar una marcha, validar unos conceptos, deslastrarse de los prejuicios... Ir a votar. Todo eso, y mucho más, hará posible que la apuesta por un país; desde el reducto de la conciencia personal, resulte incuestionable.
Algunos creen que son fábulas; otros aseguramos, en lo concreto de las acciones; que es la realidad.
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